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martes, 19 de junio de 2012

Mi debilidad por los Nos es más fuerte que yo!

Porfiada en el láser sobre el surco circular, escucho una y otra vez esta última lágrima cristalina, diamante pulido que nos brinda generosamente el Cuarteto de Nos, esos virtuosos amigos uruguayos cuyas neurosis obsesivas -felizmente transformadas en arte mediante un enorme talento individual y grupal- ya venimos conociendo, de unos años a esta parte. Y entre venir conociendo y convertirme en escucha fanática, en mi caso hubo sólo una delgada línea: esa que está ahí y podés sentir, pero que no te da miedo cruzar... y yo la crucé. Y no me arrepiento! Y acá te lo cuento. Te cuento lo que me pasa cada vez que, insistentemente, pongo “Porfiado”, el CD nuevo, en mi equipo.

Partamos de una base: todo bien con los downloads, free sharings, streamings y todo eso, pero yo no lo hago: a mí me gusta comprar el original en la disquería de la que soy cliente habitual. En el caso del Cuarteto, además, el gasto realmente vale la pena: este grupo suele tener una presentación visual muy elaborada, que se disfruta a la par del sonido, y andá a perderte eso… nah. Así que, habiendo escuchado previamente un tema que subieron los mismos músicos a su iCloud a manera de promoción (para eso sí que viene bien la web, sin duda), teniendo ya en mi discoteca el inigualable Bipolar -el disco anterior de los Nos- y habiendo leído la buenísima crítica de Humphrey Inzillo en la Rolling Stone de ese mes, marché a comprar Porfiado, sabiendo que no me estaba equivocando. Y así fue: no paro de escucharlo, desde entonces, obsesivamente! Ni de mirar la tapa, y leer el librito con las letras y los acertadísimos dibujos. Ni de bailarlo. Un éxito completo. Indiscutido.

La música de Musso (Roberto, el letrista y cantante de la banda) se construye sobre historias que desgrana una potente e histriónica voz en primera persona; relatos de un antihéroe al que las cosas le van muy mal pero está haciendo catártica autocrítica como para, o bien revertir su suerte, o bien hacerle un gran corte de manga a ese mundo al que estoicamente pertenece pero que le exige más de lo que está dispuesto a dar.

A diferencia de Bipolar, en cuya edición la poderosa gráfica establece un universo adulto de durezas multiformes e industrializadas que se deconstruyen; en el CD Porfiado todo lo impreso refiere al mundo infantil, en donde impera la blandura y lo artesanal, cuasi manuscrito. De hecho, el protagonista de la tapa es un niño (nos imaginamos a un Robertito a punto de terminar la primaria, o por ahí cerca) en un entorno solitario, a quien su terquedad le impide actuar flexiblemente ante los acontecimientos que se muestran claramente adversos… y así termina, el pobre crío. Caído pero, eso sí, manteniendo una cierta dignidad, pese a todo. Porque quién te quita lo porfiado, al fin y al cabo, no?

Y lo infantil tiene además que ver con la forma de dibujar los conflictos que van dándole intensidad a cada una de las letras: en ellas hay claramente un adulto con una vida ya recorrida que le permite hacer un análisis desmenuzado y descarnado de la realidad que lo circunda, pero debajo de esa cáscara rugosa y compleja, la cosa es bien simple: en el magma de ese planeta actúa aquel niño con su corazón herido porque los perversos lo han lastimado sin que pudiera defenderse; aunque ahora su ser adulto puede verlo con claridad, y actuar en consecuencia. En venganza!, si se requiere. Y qué venganza…

Es terapéutico escuchar Porfiado: si estás enojado con alguien porque te embromó demasiadas veces, si hay gente que tenés muy cerca y te resulta algo revulsiva, si hay personas a las que preferirías mandar con todos sus implementos a vivir a otra galaxia… ahí va, aprendete los estribillos –el resto de la compleja letra creo que sólo es posible de memorizar para sus autores!- y cantalos con potencia, imaginando sus caras mientras los ponés en la piel de esa segunda persona a la que les dedican los Nos sus diatribas: vas a ver. Después decime, si no: un arma poderosa!
Y es así, el disco es como un filo que usamos para separar la paja del trigo, la carne de la grasa, lo sano de lo enfermo. Se plantean líneas divisorias, posiciones en la vida. Y se lo hace de una forma particular: hay un horror vacui, espacios que se llenan con entramados de múltiples rayitas, pacientemente trazadas una al lado de la otra formando un conjunto: una estrofa; que a su vez se toca con el conjunto de al lado y luego forman un todo en el que no sobra nada, y no falta nada tampoco. Tal como están pintados los fondos de las ilustraciones de tapa sentimos que se construyen las letras: de esa forma delicadamente obsesiva que logra un acabado final perfecto, sin dejar de ser artesanal y humano.

Desde la contratapa se juega con la circularidad: las canciones dispuestas como las horas de un reloj (son justo 12) y esa herradura-imán a la que se está encadenado, atrayendo tal vez las desgracias pero a la vez dándote un amuleto poderoso para pegarles una buena patada, a esas jodidas desgracias. Y así es, oyendo el disco a reiteración te encontrás con que esos círculos arman en tu mente un fuerte tornado que barre a su paso con lo anquilosado, lo preconceptual.

Las dos canciones de Santiago Tavella funcionan como un recreo, un momento de distensión, en donde la ironía también se anida pero de otra manera. Dan un poco de aire, como para poder seguir sumergiéndote y volver a nadar una y otra vez las porfiadas aguas de la lucha contra la maldad en esta ingrata vida; como para que puedas lograr eso que te permita seguir caminando por el lado soleado de la calle hasta que salgas del círculo, preparándote con una herramienta de gran belleza para cuando te toque ser, de verdad, grande.


por Carolina Graña. lavialacteafilms@yahoo.com.ar