Partamos de
una base: todo bien con los downloads, free sharings, streamings y todo eso, pero
yo no lo hago: a mí me gusta comprar el original en la disquería de la que soy
cliente habitual. En el caso del Cuarteto, además, el gasto realmente vale la
pena: este grupo suele tener una presentación visual muy elaborada,
que se disfruta a la par del sonido, y andá a perderte eso… nah. Así que,
habiendo escuchado previamente un tema que subieron los mismos músicos a su
iCloud a manera de promoción (para eso sí que viene bien la web, sin duda),
teniendo ya en mi discoteca el inigualable Bipolar -el disco anterior de los
Nos- y habiendo leído la buenísima crítica de Humphrey Inzillo en la Rolling
Stone de ese mes, marché a comprar Porfiado, sabiendo que no me estaba
equivocando. Y así fue: no paro de escucharlo, desde entonces, obsesivamente!
Ni de mirar la tapa, y leer el librito con las letras y los acertadísimos
dibujos. Ni de bailarlo. Un éxito completo. Indiscutido.
La música de
Musso (Roberto, el letrista y cantante de la banda) se construye sobre
historias que desgrana una potente e histriónica voz en primera persona;
relatos de un antihéroe al que las cosas le van muy mal pero está haciendo
catártica autocrítica como para, o bien revertir su suerte, o bien hacerle un
gran corte de manga a ese mundo al que estoicamente pertenece pero que le exige
más de lo que está dispuesto a dar.
A diferencia
de Bipolar, en cuya edición la poderosa gráfica establece un universo adulto de
durezas multiformes e industrializadas que se deconstruyen; en el CD Porfiado
todo lo impreso refiere al mundo infantil, en donde impera la blandura y lo
artesanal, cuasi manuscrito. De hecho, el protagonista de la tapa es un niño
(nos imaginamos a un Robertito a punto de terminar la primaria, o por ahí
cerca) en un entorno solitario, a quien su terquedad le impide actuar
flexiblemente ante los acontecimientos que se muestran claramente adversos… y
así termina, el pobre crío. Caído pero, eso sí, manteniendo una cierta
dignidad, pese a todo. Porque quién te quita lo porfiado, al fin y al cabo, no?
Y lo
infantil tiene además que ver con la forma de dibujar los conflictos que van
dándole intensidad a cada una de las letras: en ellas hay claramente un adulto
con una vida ya recorrida que le permite hacer un análisis desmenuzado y
descarnado de la realidad que lo circunda, pero debajo de esa cáscara rugosa y
compleja, la cosa es bien simple: en el magma de ese planeta actúa aquel niño
con su corazón herido porque los perversos lo han lastimado sin que pudiera
defenderse; aunque ahora su ser adulto puede verlo con claridad, y actuar en
consecuencia. En venganza!, si se requiere. Y qué venganza…
Es
terapéutico escuchar Porfiado: si estás enojado con alguien porque te embromó
demasiadas veces, si hay gente que tenés muy cerca y te resulta algo revulsiva,
si hay personas a las que preferirías mandar con todos sus implementos a vivir
a otra galaxia… ahí va, aprendete los estribillos –el resto de la compleja
letra creo que sólo es posible de memorizar para sus autores!- y cantalos con
potencia, imaginando sus caras mientras los ponés en la piel de esa segunda
persona a la que les dedican los Nos sus diatribas: vas a ver. Después decime, si no: un arma poderosa!
Y es así, el
disco es como un filo que usamos para separar la paja del trigo, la carne de la
grasa, lo sano de lo enfermo. Se plantean líneas divisorias, posiciones en la
vida. Y se lo hace de una forma particular: hay un horror vacui, espacios que
se llenan con entramados de múltiples rayitas, pacientemente trazadas una al
lado de la otra formando un conjunto: una estrofa; que a su vez se toca con el
conjunto de al lado y luego forman un todo en el que no sobra nada, y no falta
nada tampoco. Tal como están pintados los fondos de las ilustraciones de tapa
sentimos que se construyen las letras: de esa forma delicadamente obsesiva que
logra un acabado final perfecto, sin dejar de ser artesanal y humano.
Desde la
contratapa se juega con la circularidad: las canciones dispuestas como las
horas de un reloj (son justo 12) y esa herradura-imán a la que se está
encadenado, atrayendo tal vez las desgracias pero a la vez dándote un amuleto
poderoso para pegarles una buena patada, a esas jodidas desgracias. Y así es,
oyendo el disco a reiteración te encontrás con que esos círculos arman en tu mente
un fuerte tornado que barre a su paso con lo anquilosado, lo preconceptual.
Las dos
canciones de Santiago Tavella funcionan como un recreo, un momento de
distensión, en donde la ironía también se anida pero de otra manera. Dan un
poco de aire, como para poder seguir sumergiéndote y volver a nadar una y otra
vez las porfiadas aguas de la lucha contra la maldad en esta ingrata vida; como
para que puedas lograr eso que te permita seguir caminando por el lado soleado
de la calle hasta que salgas del círculo, preparándote con una herramienta de
gran belleza para cuando te toque ser, de verdad, grande.
por Carolina Graña. lavialacteafilms@yahoo.com.ar